martes, 1 de mayo de 2012

HISTORIA DEL GORE 1

Resulta extremadamente fácil trazar las líneas definitorias de un género como el gore. Si el western necesita caballos y vaqueros, la comedia musical canciones y porno sexo real, el gore queda inmediatamente acotado cuando la sangre, las vísceras y las mutilaciones se hacen dueñas de la pantalla. No hay más coartadas. El gore es el reino de la hemoglobina y el humor macabro. Como ha señalado John McCarty, uno de sus teóricos más importantes, parafraseando la famosa máxima de McLuhan, en el gore la mutilación es el mensaje.






Como ocurre con todo género, su radical codificación le presupone una clientela fija y entusiasta, pero representa también su mayor peligro. La lenta aunque progresiva evolución que da sufrido desde sus orígenes hasta nuestros días no ha hecho más que poner al día un
género nacido en los ghettos de la serie B y los bajos presupuestos que finalmente ha accedido al público mayoritario, si no en su vertiente más radical, si al menos la aceptada por la gran industria, siempre dispuesta a hacerse eco de cualquier acontecimiento que pueda reportarle beneficios.







Los teóricos consideran el cine gore el último peldaño en la escala de aceptación masiva de los géneros proscritos. Una vez admitido el cine pornográfico hardcore, o explícito, sólo quedaba dar carta de validez a la sangre por la sangre, con la sustancial diferencia apuntada por el crítico Jordi Costra: “Como en el caso del porno, el gore se define por una exigencia de contenido bastante inelegante: si no hay cine porno sin eyaculación, no hay cine gore sin mutilación. Con un matiz, si no hay cine porno sin coito real, no hay cine gore sin crimen simulado. A diferencia del porno, pues, el gore se dispone claramente a engañar al espectador”. Aunque en la actualidad se ha mezclado mucho estos dos géneros creando un subgénero que gana más adeptos: el snuff movie. Por otra parte, ambas manifestaciones cinematográficas, así como otros subgéneros, han recorrido en su proceso evolutivo un camino que discurre paralelo al del cine independiente americano: de la marginación a reconocimiento minotario y de la intelectualización del género a su asimilación, aligerado convenientemente, por la maquinaria hollywodiense.





El primer director que utilizó la palabra gore fue su fundador, el norteamericano Herschell Gordon Lewis. Si buscamos en un diccionario comprobaremos que Lewis fue tan directo a la hora de bautizar el género como lo era en sus películas. Gore significa literalmente “sangre”, o “sangre derramada”. Son más. De hecho, la única intención de los primeros cultivadores del género era causar fuertes sensaciones en unos espectadores que, si quedaban convencidos, volverían a pasar por la taquilla. Como veremos más adelante, la posterior utilización del gore por parte de nuevas generaciones de realizadores, movidos por otro tipo de intereses, originó también una nueva denominación, atribuida a George A. Romero: splatter. Literalmente es una derivación verbal que significa salpicar o rociar, sin sustantivo alguno, aunque obviamente en este caso la sangre acuda inmediatamente a nuestras mentes. De esta forma, se eliminaba el apelativo directo por otro más ambiguo, aunque igualmente reconocible. El propio Romero cuñaría un nuevo término. Splastick unión del splatter y slapstik, del que se auto coronó creador, aunque su máximo representante fue Peter Jackson. 








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