jueves, 26 de abril de 2012

SUSPIRIA

Cuadro técnico:

Director: Dario Argento
Productor: Claudio y Salvatore Argento
Interpretes: Jessica Harper, Alida Valli, Joan Bennet
País/ año: Italia/ 1977





Recuerdo allá por el año 2007 hubo un especial de Argento en un cinematógrafo ya fallecido en mi ciudad, sin mayores pretensiones acudí a una función y en esta proyectaron Suspiria, me fascinó, creo que desde ahí empezó mi obsesión con Argento. Los primeros minutos o mejor dicho la primera muerte, es espectacular, es una coreografía macabra y extraordinaria.
Ver Suspiria es lo mismo que aspirar una bocanada de aire en el mismísimo infierno. Lo mismo que regocijarse contemplando la belleza del mal más descarnado. Se trata de cine gore puro, sin adulteraciones, pero aderezado con una armonía y estética tan preciosista que
hace sentirse bien. Los críticos más avispados cambiaron su concepción de cine de Argento con Suspiria, otros enloquecieron para siempre. Como bien señalaba Jesús Palacios al fanzine Dnostia 13: “Cada vez que veo Suspiria vuelvo a sentir ese escalofrío de puro miedo que mi corazón disfruta también como puro placer. Podría ver los primeros quince minutos tantas veces como los aguafuertes de Goya, tantas como he leído algunos versos particularmente morbosos de Baudelaire, tantas como he vuelto a abrir los cuentos de Poe, casi siempre por la triste historia de Roderick Usher y su desolada casa. Argento comparte con todos estos genios del lado oscuro un mismo don, poco usual en el cine de terror: es capaz de encontrar una hermosa armonía interna en lo horrible, una belleza intrínseca oculta incluso en lo físicamente repulsivo, construyendo un hermoso edificio cinematográfico alrededor de un corazón en carne viva, que late agonizante en mitad de un pecho desgarrado”.




Tras unos Giallos tan pasmantes, tramposos y fascinantes como El pájaro de las plumas de Cristal, El gato de las nueve colas y Rojo Profundo, Argento colocó el primer peldaño en su particular escalera hacia el averno con Suspiria, puesta de largo inconclusa trilogía de las tres madres, inspirada en la leyenda de tres brujas que ejercían el mal en otras tantas casas. El guión, escrito por el propio Argento, nos introduce sin demasiados preámbulos en un claustrofóbico túnel de sensaciones escalofriantes: una estudiante de danza (bien interpretada por Jessica Harper), ella llega a una prestigiosa escuela alemana donde debe perfeccionar su estilo de baile. En realidad, el internado es un antiguo templo de brujería que guarda un terrible secreto, y todo quien lo descubra deberá pagar con su vida.




En torno a la temible mansión construye el director de Phenomena su particular universo de sangre y arte, por donde desfilan toda una galería de personajes desconcertantes, una fotografía cautivadora, una arquitectura tan barroca como maligna, una banda sonora que juega maliciosamente con los ruidos de ambiente para crear pánico, la música demoledora de su grupo – fetiche I Globin (pura estridencia sonora) y, sobre todo, una serie de brutales asesinatos que Argento, no contento con poner el alma del pasivo espectador en un puño, coreografía con gusto, combinando a la vez placer y repulsión. El primer crimen es tan descarnado e impactante que hiere el alma: el ser misterioso asesina apuñala a corazón abierto a una estudiante, que en su caída destroza una cristalera, clavándose los vidrios, precipitándose al vacío y ahorcándose angustiosamente. Paroxismo de primera categoría como sólo el rey del crimen sería capaz de concebir.





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